Entrevista a Haydee Battikha Haddad, hija del artista sirio autor de la obra.
La obra del Jorge Battikha, llegada a la Argentina en el año 1908, fue concebida como un símbolo, dedicado a la inmigración que desembarcaba llena de sueños y proyectos en la Buenos Aires de antaño. Haydee, una mujer llena de recuerdos, charló con ‘Caminos Culturales’ sobre la vida de este pionero artista, que con su generosidad y trabajo dejó una obra que será por siempre reconocida por su calidad y belleza.
CC: -¿Qué recuerdos tiene de su padre?
HBH: -Era un hombre muy metódico y generoso; solucionaba cualquier inconveniente de sus compatriotas y de la familia. Fue muy respetado por toda la comunidad de aquellos tiempos. En 1910, dejó su sello en una enorme Placa, que para toda la familia simbolizaba un tributo a la inmigración, tanto árabe como italiana y española, aunque no se hablaba mucho del tema.
CC: -¿Por qué no hablaban de la obra en proceso?
HBH: -Él mismo decidía no hablar del tema. Cuando yo tenía doce años, mi madre tenía setenta, era una época de costumbres muy distintas. En 1939 falleció mi hermano mayor, Miguel, y con su partida también se fueron muchas esperanzas. Ese hecho sumió a mi padre en una gran tristeza emocional, que tal vez nunca pudo superar del todo. Se había casado con una libanesa veinte años más joven, doña Matilde Haddad, perteneciente a una familia muy adinerada del Líbano. Su padre fue un destacado empresario, fabricante de alfombras para todo el Medio Oriente.
CC: -¿Cuándo comenzó a conocer su obra?
HB: -¡A los 10 años! Recuerdo que en casa recibíamos muchas visitas; todos hablaban de la Placa árabe de Don Jorge Battikha. Para concretar el trabajo, decidió cerrar su negocio durante dos meses, una ferretería muy conocida, llamada “Batica Hnos”. Así, se abocó a su trabajo y logró una placa de mármol que talló cada noche y día, tal como lo narra en una carta del año 1931. Entre los que llegaban a visitar nuestro hogar, se encontraba el profesor Gabriel Guraieb, quien impulsó un homenaje a mi padre que no prosperó, aunque sí recibió una medalla de oro grabada y un enorme mural firmado por los sirios y libaneses que aportaron el material con que se confeccionó la Placa.
Haydée Battikha Haddad y Florencia SaadiCC: -¿Cómo estaba conformada su familia?
HBH: -Mi padre se casó con mi madre, Matilde Haddad, en Buenos Aires. Ella había llegado en barco, proveniente de Egipto, por su luna de miel. No está claro qué sucedió con su primer marido, al parecer falleció en alta mar. Así las cosas, mi madre quedó sola y desamparada en el puerto de Buenos Aires. En ese momento, Don Yunes, un señor que había trabajado de heladero en la mansión de los Haddad, se encontraba conociendo a los nuevos inmigrantes llegados de Medio Oriente. Cuando escuchó que entre ellos había una joven libanesa llamada Matilde Haddad, fue en su auxilio y la albergó en su casa. Allí compartieron momentos inolvidables. En una visita a cierto café de Buenos Aires, Don Battikha se encontraba en plena búsqueda de una señorita para casarse. Pero mi madre, como candidata, era una joven viuda, algo que no era aceptado por la mentalidad de la época. Ella misma contó, años después de haber conocido a mi padre, que él quedó eclipsado por sus enormes ojos y su gran belleza. Resultó que, finalmente, organizaron en dos semanas el casamiento celebrado en Villa Ballester. Nuestra familia pertenece a la religión ortodoxa por parte de los Haddad y de los Battikha. El matrimonio tuvo seis hijos. Con el tiempo, Miguel, Agabe, Edmon, Eduardo y Haydee, se trasladaron a Córdoba, donde tenían una sucursal de “Batica Hnos”. Ciertamente, el matrimonio fue “de película”: un amor inolvidable que los llevó a cuidarse en los buenos y en los malos momentos. Mi padre falleció un 20 de setiembre del año 1953, a los 78 años. Posteriormente, mi mamá se entristeció tanto que decidió volver en barco a Beirut con su familia, cuarenta años después de su arribo. Antes había vivido muchos años en Río Ceballos, en el Hotel Las Lomas, donde fue muy amiga de Ada Falcón. Y si bien siempre continuó usando sus joyas, su amor ya se había marchado. Falleció para la Navidad del año 1996, a los 103 años. Fue señalada entonces, por el Embajador Riad Kantar, como la ciudadana libanesa más longeva en el país. La sociedad sirio-libanesa del año 1994 organizó un acto de reconocimiento en su memoria, por intermedio de Martha Morales.
CC: -¿Cómo se inició el negocio “Batica Hnos.”?
HBH: -Don Jorge Battikha ingresó al país junto con sus hermanos Elías y Fortunato. Al tiempo, conformaron el negocio conocido como “Batica Hnos.”. Fortunato falleció muy joven en un accidente. Elías, por su parte, formó familia en Buenos Aires con una cordobesa, Estela Obeid, con quien tuvo diez hijos.
CC: -¿Qué valor tiene para usted que su padre haya creado una obra para contribuir a la unión y hermandad de la comunidad árabe?
HBH: -Mi padre se comprometía con todo lo que hacía por la causa árabe. La Placa fue una creación única, que le demandó horas y horas de trabajo en la ferretería porteña de Rivadavia N° 314. Con las herramientas que se pueden ver en la foto trabajó los laureles y el oro, material-símbolo de la Tughra, en el escudo de Córdoba. No fue un hombre que habló todo el tiempo sobre su obra, más bien dejó su nombre escrito en el mármol: Jorge Batica, artista sirio, en español y en árabe. Pasaron muchas generaciones hasta la fecha, y recién hoy, gracias a la Presidenta de la Agencia Córdoba, Nora Bedano, y al apoyo del Gobierno de la Provincia, se impulsa su verdadero reconocimiento.
CC: -¿Qué valores recuerda de la personalidad de su padre? ¿Cuál es su legado?
HBH: -Su personalidad era muy reservada. Muy callado, siempre cumplía aquello con lo que se comprometía. Su legado es invaluable para toda la comunidad sirio-libanesa, que encuentra en esta Placa un símbolo de unión y paz, muy actual debido a la guerra que hoy tenemos en Siria. A decir verdad, a esta altura la Placa debería estar presente en cada Embajada árabe de nuestro país. Y también réplicas en Beirut y en la querida Siria familiar, hoy casi destruida. En 1996 llegó a nuestro país el Padre Elías Battikha buscando a los descendientes. Su hermano, Monseñor Isidore Battikha, fue Arzobispo para toda Siria en Damasco, y actualmente reside en Venezuela. Estoy en contacto con él, deseando poder conocerlo y retomar trato con la otra rama de la familia. Esperamos, durante este año, realizar el reconocimiento de la figura de mi padre con su presencia, que significa tanto para la colectividad sirio-libanesa en Sudamérica.
CC: -¿Cómo trabajó su padre para realizar la obra?
HBH: -Él era un artista muy reconocido en Buenos Aires. Había realizado anteriormente cofres de mármol, y esta placa era una gran obra para homenajear a la República Argentina, por haber recibido a todos los inmigrantes, no sólo sirios y libaneses, sino de todas las nacionalidades. Los materiales los aportó el mismo artista, con la colaboración de otros inmigrantes sirios. Con el impulso de Don Moisés Azize, se realizó el acto de 1910, un gran evento que se vivió en Córdoba. La comunidad siria se juntó en el Club de la Unión y Fratellanza, y en el de Unión y Benevolencia.
A paso de hombre, trasladaron la gran placa de mármol en un carruaje con mirlos, acompañados de las banderas del Imperio Otomano, de Italia, de España, de Rusia y de Francia, junto a toda la comunidad de inmigrantes que llegó a la calle Rivera Indarte N° 55, donde estaba la Casa de Gobierno del doctor Félix Garzón. Los recibió el doctor Del Viso para trasladar la Placa. Luego, se tiraron salvas al viento en dirección a Oriente, lanzando los sombreros al aire. De esa forma, el Gobierno Provincial de Córdoba recibió el regalo de los sirios, con la promesa de colocarlo en el mejor lugar de la Casa de Gobierno. Pasaron muchos años hasta llegar a este presente, en que se promueve una remodelación del lugar, así como también los preparativos para el Congreso de la Lengua del año 2019.
CC: -Como concertista de piano, ¿qué obra le dedicaría a su padre?
HBH: -Creo que “Asturias”, de Isaac Albeniz. Él tocaba el laúd, y basándome en lo aprendido durante mis viajes a Europa y Medio Oriente, puedo decirle que con seguridad sería esa la obra con que lo homenajearía. Mi padre me apoyó en la carrera artística siempre, desde niña: eran las cinco de la mañana y me despertaba para tocar el piano. Luego, recibí la formación de Luis Gianneo en Buenos Aires, y comencé con una serie de conciertos auspiciados por la firma de Don Gutiérrez & Aguad. Una garantía de conciertos de lujo, ya que el mismo Don Raúl Aguad, desde el año 1932 hasta 1983, trajo los mejores pianistas a la República Argentina, entre ellos Arthur Rubinstein y Leonard Bernstein. A mi padre debo ese apoyo único a mi carrera, que pude desarrollar aún más en Europa. Cómo olvidar los conciertos en Radio Nacional Buenos Aires, en Santa Fe, en Córdoba… Sí, seguro. Si tuviese que dedicar una obra a mi padre, sería sin dudas “Asturias” de Albeniz.
Patricia Ortiz
En nombre de toda la colectividad sirio libanesa de Argentina, gracias Patricia! Por haber colocado en una nota unica la verdad de la gran PLACA ARABE que hoy la Agencia Cordoba Cultura impulsa en su reconocimiento oficial. Años de silencio, sin hablar Don Jorge Batica dejo su sello en esta obra de 200kg que se puede apreciar en el MUSEO DE LA MUJER , MUMU ubicado en la calle Rivera Indarte N 55 en la provincia de Cordoba.
Felicitaciones! Una gran emocion poder leer la nota y compartirla con todas las EMBAJADAS ARABES en nuestro pais, y el exterior. Carina Villafañe Batica- nieta del escultor