Entrevista a Adriana Bianco, “Adrianita”, actriz y periodista argentina que actualmente vive y trabaja en Miami. Adrianita, conocida como la Shirley Temple del Cono Sur, comparte con Caminos Culturales su recorrido personal y profesional dedicado a las artes, la filosofía y el periodismo, siempre ligado a sus raíces y manteniendo vivo el fuerte lazo que la une a la Argentina. Esta es la historia de una mujer sensible, cálida y pasional que siempre buscó la manera de demostrar su amor por el cine, primero frente a las cámaras y luego detrás de ellas: como gestora cultural, desde hace veinte años organiza el Festival de Cine Latinoamericano. En esta nota su mirada se posa en el pasado para agradecer el camino recorrido y hacer un racconto de impresiones, recuerdos y lecciones aprendidas.
C. C.: ¿Cómo fueron los inicios de “Adrianita” actriz?
Mi historia con el cine es un milagro que me regaló la vida. Era una pequeña muy activa que gustaba recitar en la escuela y tenía popularidad. Un día, una compañera le comentó a mi madre que había un casting para el Teatro Astral y que estaban buscando a una niña. Me llevó y, al llegar, observó que en las butacas se encontraban Fernando Heredia, Fernando Sirio y Eva Donge: si les gustaba mi audición, ¡iba a debutar con ellos! Y así sucedió: formé parte de la obra de teatro El angelito endiablado, de Jacinto Galina. Me entusiasmé muchísimo con la actuación, cada vez que subía al escenario me conectaba más y más con ese mundo maravilloso. Así fue como capté el interés de un productor de cine que decidió llevarme a la pantalla grande y que dejó esta frase: “Convertiré a esta niña en la Shirley Temple del Cono Sur”. En ese momento comenzaron los preparativos de La melodía perdida.
C. C.: Un título muy enigmático…
Fue una película magnífica sobre la obra de Galina, escrita y dirigida por Tulio Demicheli en colaboración con Francisco Bolla. Se estrenó el 28 de agosto de 1952 a sala llena y se convirtió en un gran éxito. Tuvo como protagonistas a Santiago Gómez Cou, Nelly Meden y Amalia Sánchez Ariño; fue una superproducción al estilo Hollywood pero en nuestra calle Corrientes.
C. C.: ¿Cómo llegó a ser Nonó, papel por el que recibió el Cóndor de Plata a mejor actriz de reparto?
Argentina Sonofilm me contrató para hacer La niña del gato poco tiempo después de La melodía perdida. La película se estrenó en 1953, un año más tarde, y me abrió las puertas del cine latinoamericano. Dirigida por Román Viñoly Barreto, cuenta la vida de Nonó, una chiquilla marginada e inocente, de la calle, cuyo padre la obliga a robar. Viñoly Barreto fue alguien muy importante para mí, no solo por dirigirme en esa película sino porque gracias a él estudié, más adelante, Filosofía y Letras, mi carrera universitaria.
C. C.: ¿Cómo fueron los meses de filmación? ¿Qué puede decir de la película?
La filmación de La niña del gato fue muy innovadora porque incluyó escenas en lugares como la calle Corrientes, el Museo Larreta y el Museo Fernández Blanco. Además, fue una película del género policial y la primera en contar una historia ecuménica: un sacerdote y un hombre judío buscaban la manera de rescatar a Nonó de la calle. Desde lo técnico, requería máquinas livianas portátiles con iluminación exterior, recuerdo que llegaban fotógrafos y camarógrafos y que formábamos un grupo de gran calidad. Es, sin duda, un film lleno de ternura y simbolismo. Lo he pasado aquí, en un Festival de Cine en Fort Lauderdale, y fue aplaudido de pie. Es una película muy significativa por abordar un tema social de manera emotiva y consagratoria.
C. C.: ¿Le gustaría que se hiciera una remasterización de la película?
Me encantaría. José Martínez Suárez, un gran director de cine, me dijo una vez: “hay que recuperar La niña del gato porque marcó un hito en la filmografía argentina”. El año pasado se realizaron gestiones para salvarla del deterioro y fue él quien me ayudó con el Festival de Cine Latinoamericano que realizo desde hace veinte años aquí en Miami. Espero que Luis Puenzo pueda poner en valor una joya del cine que tiene una carga social y filosófica muy importante. Ojalá se hiciera una remasterización.
C. C.: En caso de poder proyectarla en estos tiempos, ¿podría abordarse desde una mirada de género al mostrar la vulnerabilidad de una niña?
Me parece interesante tu observación porque Nonó trabaja en la calle y es marginada. Es una película que además sirvió como referencia a Los niños de la guerra, de Colombia y Pixote, de Brasil, que también se detuvieron en la problemática social de sus países.
C. C.: ¿Imaginaba interpretar otros personajes, crecer actuando?
Mi idea era continuar, pero las cosas cambiaron y el cine comenzó a recibir la influencia de la nouvelle vague y del realismo italiano. Además, en la carrera de actriz, el pasaje de niña a mujer no era fácil. Pasó el tiempo y un día Leopoldo Torres Nilson me ofreció el papel de una adolescente que vivía una situación traumática en El ojo de la cerradura. Yo tocaba el cielo con las manos, pero una mañana supe que quienes financiaban la película incluirían finalmente a una protagonista norteamericana. En ese momento sentí que todo había terminado para mí, que el idilio con el cine había llegado a su fin. Ingresé a la Facultad de Filosofía y Letras a los quince años, me volqué al estudio pensando siempre en volver a actuar, pero ese regreso nunca se produjo. Mi unión con el cine se mantuvo toda la vida, solo que no como actriz.
C. C.: ¿Y cómo fue ese momento de transición, de la niña actriz reconocida a dejar de lado la popularidad?
Tuve que valorar distintos conceptos para afirmarme a mí misma. Tenía una gran agenda social, recibía muchos regalos —muñecas, golosinas, cartas— y, de pronto, la soledad. Sin embargo, el recuerdo de mi trabajo permanece y esa es una de las cosas que te deja esta carrera única.
C. C.: ¿Qué es el cine para usted?
Un mensajero impresionante de la cultura local, nacional y de temas universales; no es solo entretenimiento. Apoyo el cine arte, un cine de reflexión, de valores humanos: es el que hay que darle al mundo en esta época. Está en manos de los directores la posibilidad de tratar temas que lleguen al corazón del espectador. Es también una industria que involucra a muchísima gente y que puede sacar a muchas personas de la pobreza, especialmente en Latinoamérica. Detrás de una película hay un equipo inmenso: maquilladores, decoradores, artistas, iluminadores, camarógrafos, fotógrafos, escritores, directores y guionistas, por nombrar solo a algunos.
C. C.: Ya que menciona la industria del cine, ¿qué lugar cree que tiene hoy la mujer?
Se ha ido empoderando tanto en el cine como en otras actividades gracias al talento que tienen y a la creatividad. En mi época solo había actrices. María Luisa Bemberg fue quien abrió un gran camino destacándose como guionista y directora. Luego se abrieron paso en la televisión, el cine y medios audiovisuales como productoras; entraron con gran potencia. La mujer tiene mucho para aportar desde la sensibilidad y los valores, sería interesante utilizar ese poder que desarrollamos como hijas, madres y hermanas en las producciones del medio. Por otra parte, creo que el cine argentino debería recuperar mucho más a las protagonistas de nuestra historia.
C. C.: ¿Cómo reconstruyó su vida profesional?
Me he reinventado varias veces. En Estados Unidos, he organizado exposiciones de arte en prestigiosas universidades aprovechando la experiencia que adquirí como curadora en el Museo de Bellas Artes de Buenos Aires, donde escribí sobre artistas contemporáneos. Creo en los vínculos con el pasado, nada nace hoy. El periodismo es otra veta de mi carrera que inició en la Argentina en la Secretaría de Cultura, en ese momento a cargo de Carlos Gorostiza, gracias a quien tuve mi primer acercamiento a lo que es la prensa institucional. Mi país fue una gran fuente de aprendizaje antes de llegar a Miami: hoy, luego de un recorrido enriquecedor, escribo para Periodistas en Español y para Aquí Miami, dos plataformas en internet.
C. C.: ¿Cuál fue el punto de partida del Festival de Cine Latinoamericano?
Volví a conectarme con el cine en mi querida Buenos Aires en un viaje que realicé en 2004. Allí me esperaba mi gran amigo Guillermo Álamo, comentarista de cine, periodista de televisión y trabajador incansable del INCAA, con quien quería escribir mi libro de recuerdos. Me sorprendió cuando me pidió que me quedara unos días más, pero tenía una razón: la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina (ACCA) me otorgó el Cóndor de Plata a la trayectoria en una gala realizada en el Cine Ateneo. Fue volver al cine de una manera maravillosa y encontrarme con directores de la talla de Alejandro Doria, Sergio Renan. Todos me impulsaron a llevar a cabo algún proyecto desde Miami. Manuel Antín, Carlos Sorín y Adolfo Aristarain me obsequiaron películas que viajaron conmigo a Miami. Si bien yo había presentado algunas emisiones realizadas en bibliotecas, al tener ese valioso material, un americano me dijo que debíamos proyectarlas en la Nova Southeastern University. Poco a poco los ciclos fueron convocando a más gente y se volvieron más importantes. Así me convertí en gestora cultural y organizadora del festival.
C. C.: ¿Qué criterio utiliza para seleccionar las películas?
¡Me lleva mucho trabajo! Estudio al director y luego, cuando me pasan las películas, las veo, siempre teniendo en cuenta que este es un medio americano concurrido por gringos y por muchísimos latinoamericanos. Insisto con que aparezcan temas de valores universales porque los locales no son accesibles para una platea general. Mi selección se apoya en un lenguaje claro y directo. He recibido aportes de directores de Venezuela, Puerto Rico, Ecuador. El cariño del público es impresionante. Cada año, cuatro domingos de septiembre están dedicados a un país. En 2020, el elegido era Perú y la temática abordaba el rol de la mujer en el cine, pero por motivos de organización se pasará al año próximo. Uno de mis sueños sería poder pasar La niña del gato remasterizada…
C. C.: ¿Cómo describiría su camino, ese que inició como actriz y niña prodigio del cine en la infancia y que hoy la encuentra desarrollando otras actividades pero siempre relacionadas con el cine?
Diría que fue un recorrido que me hizo andar distintos caminos. Quiero destacar una frase de Goethe en Fausto: “El hombre tiene que estar unido al mundo pero tiene que estar unido a sí mismo, porque si no se pierde”. Desde mi experiencia, se traduce en creer en nosotros mismos y armar una cadena de convicciones. Aquí, en esta tierra, aprendí el valor que tienen un “sí puedo” y un “sí quiero”, también el de la palabra solidaridad, que nos hace mejores ayudando a los otros.
Patricia Ortiz
Corrección: Ailen Hernández
Me encanto leer el articulo, BRILLANTE gracias
Conmovedor articulo. Gracias x darnos noticias de nuestra querida Adrianita.
Su talento sigue en vivir con sabiduría.
QUE BELEZA!!! CONGRATULATIONS!