La Casa de la Cultura Vasca, Eusko Kultur Etxea, organizó una gran fiesta donde las danzas regionales, la música, el coro y los platos típicos brindaron un espectáculo especial.
La fiesta vasca comenzó con un “Aurresku” en homenaje a los presentes, que fue protagonizado por el dantzari Aitor Alava, por el cuerpo de dantzaris y, musicalmente, por un txistulari. Esta fue una danza social y ceremonial; la segunda fue la continuación y la tercera la danzaban los jóvenes en su paso a la adultez. Las danzas vascas forman una parte muy importante de la cultura y abarcan todo el espectro social: “No hay un día más importante que otro, pero sí hay usos diferentes: en celebraciones, en una fiesta o en una danza de manos. Cada pueblo tiene la propia y algunas son muy antiguas”, detalló Aitor Alava.
En esta presentación la música fue muy alegre y los rostros de las niñas vascongadas transmitieron un espíritu de felicidad: vestidas con sus trajes tradicionales, expresaron cómo vivía la gente hace ciento veinte años. “Hacemos folklore, eso es la base tradicional del danzarín”.
Los vascos son un pueblo trabajador y sufrido y eso se vio en los vestidos de las mujeres, sencillos y pueblerinos. “Las mujeres no tenían mucho para ponerse y, cuando crecían, se les agregaba un pico de tela en la espalda o en la falda; llevaban tres o cuatro capas, incluso en los trajes, debajo de mantas de paño, aparecían faldas cuadriculadas. El pañuelo se usaba para trabajar. En días de fiesta, se animaban a los moños o las trenzas y, antiguamente, eran tocados medievales; así se diferenciaba cada pueblo”.
Patricia Ortiz