A veintiocho años del conflicto, La otra mirada fue esclarecedora; un emotivo homenaje a los soldados que perdieron la vida y a los que imaginaron que al volver desfilarían por nuestras calles, ante el orgullo argentino. Pero no fue así…
La campana anunció el comienzo de la reunión con el izamiento de las banderas argentina y rotaria.
“Esta es la reunión 2017 y la N.º 34 del presente año”, dijo el doctor Ricardo Pesce (vicepresidente del Rotary Club de Palermo, presidente electo para el próximo período y macero del club). En la mesa cabecera se encontraban, la Dra. María Teresa Neira, presidente del Rotary Club de Palermo, el brigadier Eugenio Miari y también un grupo de amigos que prestigiaron la reunión con su presencia.
En otra de las mesas, se encontraban los jóvenes del Club Rotaract de Palermo (Programa de Rotary Internacional para jóvenes de 18 a 30 años). Rodrigo Gómez Tortosa, presidente del club, y Nicolás Romero, director de Desarrollo Profesional expresaron su gratitud por ser elegidos para el “Seminario de liderazgo y emprendimientos RYLA”, que es un reconocimiento para jóvenes destacados por su liderazgo en la comunidad.
Rodrigo comentó los resultados de la Jornada «Argentina joven» desarrollada en el Congreso de la Nación. El Club Rotaract desarrolló una conferencia pública en la que se debatió la participación de la juventud en el Bicentenario y destacó la formación del Club Interact de Palermo para jóvenes de 14 a 18 años, hecho más que relevante para toda la comunidad Rotaria.
Luego de las efemérides leídas por Carlos Schwarberg, el doctor Eduardo Gerome presentó al brigadier Eugenio Miari de esta manera: “Ha cumplido cincuenta años desde que se recibió de abogado, treinta y siete en las fuerzas armadas, con un grado de oficial que tienen los auditores generales. En 1982 fue designado Secretario de Justicia mientras duró la recuperación argentina. Pienso que será de gran interés compartir con él su experiencia en las Islas Malvinas”.
Y así fue. Un gran silencio siguió al testimonio de Miari: el suyo y el de otros que vivieron setenta y cuatro días en una guerra que no conocimos bien.
Esta es la historia del Brigadier Miari, allá lejos y hace tiempo…
—Han pasado muchos años del conflicto y sé que hay opiniones personales que pueden lastimar a alguien presente, pero tengo un contrato con los compatriotas que estuvieron en la campaña y no pudieron volver. Ese contrato dice que tengo que dar testimonio ajustándome a los hechos que ocurrieron. A los treinta y siete años de servicio en la Fuerza Aérea, tuve un destino singular porque fui el Auditor del Comando de la Fuerza Aérea. Hablar de un conflicto bélico o de la guerra no es una cuestión académica: ¡son hechos reales!
»El mes de marzo de 1982 llegaba a su fin y un jefe militar de la Fuerza Aérea me llamó porque debía desempeñarme en el área de Justicia en el gobierno que se iba a formar y me dieron instrucciones. Mis conocimientos de historia británica me indicaban que íbamos a una guerra. Los comandos de operaciones de la Fuerza Aérea son los que registran mayores bajas y hay una razón muy concreta por la cual los hombres pueden tener un desempeño mayor: porque el medio en el que desarrollan las actividades es muy exigente; no admite errores, no hay amigos, hay reglas que no se violan. Los profesionales estamos obligados a acompañar este tipo de formalidades, nuestra presencia exige procedimientos rápidos y allí estábamos para decidir con rapidez.
La vida en las Islas
—Los “kelpers” o cabecitas rubias tenían puestos importantes en el gobierno o en la actividad privada. Ellos hablaban con la gorra en la mano y mirando al suelo: creo que no llegaban ni a quinientos dólares al año. Hoy es la comunidad en América que tiene el mayor ingreso per cápita. ¡Tienen que hacerle un monumento a Leopoldo Fortunato Galtieri, porque dejaron de ser ciudadanos de segunda! Hoy tienen casas de veraneo en Inglaterra y eso, en abril de 1982, era imposible. En las islas encontré una planta de combustible YPF, una pista, planchas de aluminio, sistemas de comunicación desarrollados, maestras argentinas, un sinnúmero de instalaciones y servicios de salud. Las leyes locales indicaban que para ser propietario de más de un acre había que ser súbdito británico, caballero de la India o ciudadano de la República de Irlanda; y para residir en la isla existían las mismas exigencias. El otro aspecto importante es que tenían una administración eficiente. Con veinticinco mil libras al año manejaban las Islas.
»Si nos referimos al presupuesto, es interesante ver dónde ponen el dinero los británicos y cuáles son los intereses del Reino Unido actual por algún conflicto que se podría plantear, y es este: el futuro del mundo está en el Continente Antártico, que tiene las mayores reservas de todo tipo de recursos del mundo; los países se dividen en dos grupos: el que reclama soberanía como prolongación territorial: Australia, Nueva Zelanda, e Inglaterra a través de las Malvinas.
La guerra por dentro
—Había un teatro de operaciones típico, y se dice que hubo problemas con conscriptos que fueron estaqueados. La verdad es que no había calabozos ni edificios, no había donde guarecerse. Frente a los ingleses, un soldado que se duerme pone en peligro a otro y las leyes militares dicen que ese olvido se castiga con la muerte. Entonces, si alguno fue estaqueado unas horas, tiene que estar contento porque volvió.
»Las Fuerzas Armadas tienen una doctrina y es la de la previsión: todo piloto tiene una tabla de chequeo por cumplir para que no se estrelle. Si me ordenan ir a Salta con un TC3 en una hora, algo tiene que cambiar: o el destino o el tiempo. Este sistema que las Fuerzas Armadas habían desarrollado se olvidó durante el conflicto. Entendamos que todo el presupuesto sale de la Armada; las Fuerzas Aéreas están para apoyo de las fuerzas terrestres y bombardeo a largo alcance estratégico, y tiene los medios y el apoyo para eso. Cuando surgió el conflicto, dijeron que teníamos que luchar sin medios y sin recursos, y toda improvisación se paga: nada de lo que ocurrió fue previsible, y debimos improvisar.
»Quiero decirles que quienes fuimos a operar teníamos posibilidades de sobrevivir muy reducidas. El Reino Unido tuvo apoyo de la NATO, comando unificado, fuerza de tareas e información satelital y privilegiada que nos faltaba.
»No obstante, en un conflicto uno vive circunstancias trágicas y graciosas. Como la que me ocurrió al ser prisionero de guerra. Recuerdo que tenía un trato afable con un oficial británico que afirmó que en determinada época la guerra sería un secreto para el Reino Unido durante cincuenta años. Pensé que si la Segunda Guerra Mundial tuvo un secreto de veinticinco años, ¿por qué más para esta? “Nosotros somos el portaviones de Estados Unidos, la columna vertebral de la NATO, tenemos que enfrentar a dos mil quinientos aviones del pacto de Varsovia, ¿y sabe qué papelón que hicimos ante un centenar de aviones viejos como los suyos, que están en el Museo del Espacio en Washington junto a las bombas españolas? Nos dijeron que no íbamos a ver aviones argentinos. ¿Sabe dónde estaban? ¿Sobre el mástil!”, dijo el oficial.
»Y era verdad: lo hacíamos para evitar los radares, volábamos a baja altura, y cuando volvían los manguereábamos para sacarle la sal.
Las consecuencias de la guerra
—La Argentina ha dilapidado el costo que sufrió durante la guerra, y puso a prueba la discusión de principios de siglo XX o principios del XIX, cuando se discutía cómo iba a ser el sistema de defensa argentina, el francés o el prusiano y se decidió el de conscripción, que pusimos a prueba con soldados profesionales como los británicos, donde las diferencias son abismales: cuando Gordon Brown habla de amenaza de Argentina, pienso que hay algo más en su declaración.
La rendición
—Los días previos nos pegaban no sólo los Sea Harriers sino la artillería terrestre. En la madrugada del 14 de junio, la primera avanzada británica llegó a la capital malvinense. Nevaba. Nuestros hombres llegaban en condiciones calamitosas. Un teniente al mando del general Yofre vino a buscarme, ya que yo tenía facultades para manejar la situación.
>La soledad del mando:
El general Jeremy Moore instó al general Mario Menéndez a capitular. Sabíamos que la resistencia sólo podía aumentar las bajas. Se ha dicho y discutido sobre lo que dijo e hizo Menéndez: si tiene responsabilidades, fueron antes del 14 de junio. Moore recibió la negativa de Menéndez a firmar el acta de rendición.. El general británico pedía que se detuviera el ataque aéreo; él mismo se había salvado por milagro de morir bajo fuego argentino y Menéndez no podía garantizarle su reclamo. Fue en ese momento cuando se me solicitó que fuera uno de los testigos de la rendición. Pensé que podría evadirme de esa tarea, ya que debía hablar al continente con el jefe de la Fuerza Aérea Sur, brigadier Ernesto Crespo. Me dieron sofisticados aparatos de comunicación y a los pocos minutos Crespo estaba en la otra línea.”Mientras yo tenga un piloto y un avión, sigo bombardeando”, dijo con firmeza. La rendición llegó en las primeras horas del 15 de junio con la firma de Moore y tuve que aceptar la realidad.
Prisioneros de guerra
—Ya en San Carlos, y como prisionero vinieron las preguntas de rigor y me ajusté al Convenio de Ginebra. Llegó una comisión británica y juntos fuimos a una barraca, caminamos en la nieve y me sorprendí por la pregunta: “Queremos que nos diga su opinión sobre cuáles han sido las fallas o errores en nuestros procedimientos u operaciones”, dijo un General.
»¡No podía creer esa humildad! ¡Acababan de ganar! Esas eran las características del adversario. Es difícil ser militar; nos preparamos toda la vida para actualizarnos y servir a la Patria como lo hicimos en Malvinas. No se puede ir a un conflicto con un gorro militar. Argentina no se proyectó luego de la guerra; se achicó. Parece que todo lo que siguió hubiese sido escrito por nuestro enemigo. A veintiocho años del conflicto, La otra mirada fue esclarecedora y un emotivo homenaje a los soldados que perdieron la vida y a los que imaginaron que al volver desfilarían por nuestras calles, ante el orgullo argentino. Pero no fue así…
¡Aplausos!
María Teresa Neira le entregó el banderín del Club y agradeció su relato conmovedor e ilustrativo. Silencio.