La “arquitectura” tiene varias aristas que deben confluir en el beneficio del cliente, y muchas veces el mismo cliente no tiene claro para qué solicita el asesoramiento de un arquitecto.
La mañana era fría y los invitados comenzaron a llegar. Luego del izamiento de las banderas argentina y rotaria, Ricardo Pesce (quien presidió la mesa en lugar de la presidente María Teresa Neira) hizo sonar la campana de inicio de la reunión.
Martha Pinillos mostró el premio otorgado en el almuerzo de despedida de gestión del actual gobernador de Rotary Internacional, señor Miguel Ángel Martínez Pereyra, quien destacó a María Teresa Neira como la mejor rotaria y a Roberto Celentano por su colaboración en Rotary. Luego de los aplausos, llegaron las efemérides (comentadas por Carlos Schwarzberg) y la presentación del arquitecto Marcelo Mancini, a cargo de un tema que abrió un debate y esclareció aspectos sobre la profesión y la tarea que compete a un arquitecto. “En los últimos años se ha confundido la tarea del arquitecto, que es el estar a cargo del proyecto y de la dirección de la obra”, apuntó Mancini, al tiempo que señaló que la Arquitectura descansa sobre tres ejes centrales: el espacial o artístico, en el cual el diseño es el que marca el eje de la carrera y, cuando se habla de un buen o mal arquitecto se habla de “diseño”; la construcción, que enseña lo atinente a instalaciones, plomería, electricidad, acústica, estructura y por último, la formación humanística, que es fundamental para que funcione la primera.
¿Un buen arquitecto debe ser un buen constructor?
Mancini manifestó que en el trabajo tiene que estar incorporado el eje constructivo o buenos asesores; es fundamental porque tiene que formar parte de la estética; una columna forma parte de la belleza del lugar, pero si uno no conoce el tema, tiene que estar tapando con cuadros el problema estructural: ¡eso es porque no está formado, aunque tampoco significa que sea un experto! El verbo construir da para mucho y por lo visto, la “arquitectura” tiene varias aristas que deben confluir en el beneficio del cliente, y muchas veces el mismo cliente no tiene claro para qué solicita el asesoramiento de un arquitecto.
“En muchos casos nos llaman tarde: se piensa en un arquitecto luego de comprar un terreno: “¡Quiero que construya una casa!”, dice el cliente, que ya saltó varios peldaños como la de elegir el espacio que ya está orientado, tiene un código, una altura, tiene delimitado por dónde entra el sol… Entonces el arquitecto comienza sobre un diseño previo establecido”, continuó el disertante, que defendió la charla previa sobre el proyecto por desarrollar: “Quiero vivir en una casa con estas características, ¿podemos juntos elegir un terreno?”, preguntó. Esta sería la frase que da pie para el consejo profesional en los niveles de seguridad, en la historia, en el tipo de arquitectura del barrio, los materiales y un código de edificación sano, correcto y lógico. “El costado humanístico no debe dejarse de lado; ese es el primer tema, la gente no entiende que lo debe abarcar desde el primer día. El arquitecto es un personaje desprestigiado porque se cree que debe “tener buen gusto”, y en realidad, lo importante es que interprete el gusto del cliente”, agregó.
Fue importante el punto de vista de Mancini, que cuenta con una gran experiencia. Destacó que un arquitecto estudia seis años para diseñar y no copiar lo que un cliente le muestra en una foto; cuando hace esto, es porque ya tiene el terreno, el barrio, ha decidido qué tipo de arquitectura quiere, y aquí está la confusión: lo llama para “construir” porque la tarea de diseño ya la tiene resuelta. Mancini dijo que ese trabajo puede realizarlo alguien que haya desistido de la profesión, pero no él, debido a que un arquitecto no construye sino que “piensa”. La carrera tiene un proceso de enseñanza que no tiene que ver con una foto y con un deseo.
Existen muchos arquitectos que venden más la construcción y, a juicio de Mancini, es poco ético que el que proyecta la casa la construya. La proyección pasa por la dirección, y debe construirla una persona ajena a los intereses del estudio. El arquitecto se pone la camiseta del dueño y controlará que quien es responsable en un error en la entrada de agua, una puerta que no cierra, lo resuelva.
¿Cómo trabaja un arquitecto? Cuando dibuja lo hace creativamente, con una computadora de un lado y un papel; imagina y trabaja sobre una composición general, humanística; hay una idea central de diseño que, al pasar a la computadora, refleja el lugar por donde pasan los caños, el gas, el agua. El plano que se entrega es el “constructivo”; es lindo al final y es sencillo dirigirlo, pero para eso hubo que estudiarlo. Conocer de “construcción” no es lo mismo que “construir”, y agrega valor a su trabajo. Luego, la visita a la obra es un “must” para controlar que los caños, la electricidad, la pintura sean los correctos y que se utilicen los materiales pedidos y que lo que dibujó sea exacto o parecido a lo que se construye. Ese es el trabajo de “dirección” del arquitecto.
La campana marcó el fin de la charla y luego llegó el debate de un tema real, complicado y poco conocido.
Patricia Ortiz