El próximo 31 de octubre, 135 millones de brasileños resolverán en las urnas la elección entre la candidata oficialista, Dilma Rousseff, y el social demócrata José Serra.
Las encuestas muestran como favorita a la elegida por Luiz Inácio Lula da Silva, actual presidente del Brasil, quien deja el poder con una imagen positiva que llegó al 80%, avalando la continuidad de Rousseff y apareciendo en toda la campaña.
La figura del presidente Lula, cuya popularidad superó esta semana el 80% de imagen positiva, benefició ampliamente a Rousseff en la carrera presidencial. La sonrisa de ambos aparece en los muchos spots publicitarios como invitando a seguir con una política que hoy hace al Brasil soñar y tener expectativas en el futuro. .
Más allá de la movida de piezas, apoyos y alianzas, escándalos, acusaciones y denuncias, hay un país que quiere estar entre los primeros del mundo y trabaja para ello porque reconoce los cambios positivos que se han producido y que deberán seguir para lograr el pretencioso objetivo. En Río de Janeiro, una de las ciudades más importantes del Brasil, los candidatos desplegaron sus mensajes en las playas, en las avenidas, en las esquinas, sumados a la alegría de grupos de militantes en bicicleta portadores de banderas de sus respectivos partidos. En el centro histórico, los micros mezclados con el tránsito también influyeron en el votante. En la Favela Santa Marta, los afiches prometen un cambio, una salida del mundo de la pobreza. Aunque la administración de Lula da Silva ha mejorado la condición social de millones de brasileros, los candidatos saben que aún hay mucho hay por hacer en un país que está puesto de pie y espera.
Patricia Ortiz
