Entrevista a la Lic. María D’Alessandro escritora italiana argentina, abruzzesa, nacida en San Vito Chietino integrante de la Comisión CIM-Dipartimento Pari Opportunità’ de la Confederación de Italianos en el Mundo y Coordinadora del Foro de Inmigración Abruzzesa quien publicará en breve, la obra bilingüe Entre imágenes y líricas de mí primera tierra, donde plasma los recuerdos de la tierra que anhela y cuyos olores, colores y sabores se mezclan en las líneas de cada poesía que la autora, nacida en San Vito Chietino, en la maravillosa región de Abruzzo con hermosas costas y playas sobre el Adriático, donde la mar -dueña de un paisaje de encanto-, nutre la esencia y frescura que se respira por las callejuelas que serpentean el centro. Aquí se observan los colores de los atardeceres, se escuchan las olas golpear en las orillas mientras los cantos de las gaviotas crean melodías inolvidables.
¿Qué parte de su vida cuenta Entre imágenes y líricas de mí primera tierra?
En este libro vuelven mis sentimientos y memoria a la región de San Vito Chietino, a través de imágenes y poesías; es el lugar donde pasé los primeros cinco años de vida. Luego llegamos a la Argentina y algunas pequeñas memorias permanecieron en mis recuerdos que, con el paso del tiempo y los vínculos, fueron tomando forma hasta permitir que cobraran identidad y pudiera entender que están guardados en la casa donde nací, otras en la nave y otras cuando estábamos aquí.
¿Qué recuerdo le ha servido para escribir con mayor emoción?
Los momentos de juego con mis hermanas en una especie de balcón ampliado que estaba en el primer piso y desde donde mirábamos a los frutos; desde un lado veíamos el mar Adriático –dueño de un color verde maravilloso– y desde otro, la montaña. Teníamos un gran bosque –el Litoral– que atravesábamos para llegar a él: son pasajes y vivencias que aparecen en mis poesías.
¿Cómo se llamaban sus padres?
Ana di Paolo, mi madre y Oliviero D’Alessandro, mi padre –un nombre de actor importante que despertaba gran admiración– quien llegó a la Argentina en el año 1949 y nos esperó a mi madre y a mí cuando arribamos en 1952: yo era para él como una desconocida que, poco a poco fue ganando su amor.
En sus inicios, comenzó a trabajar como obrero mientras que en Abruzzo era un campesino. La idea de tener otros trabajos lo impulsó a emigrar. Cuando era joven se guió hacia la Cerdeña, luego llegó a Bélgica, Francia y Alemania porque en estos tres países requerían mano de obra para los trabajadores mineros. Luego de un accidente que lo tuvo varias horas en una galería decidió no volver más a un yacimiento: por este motivo se fue junto a otros amigos, que son como hermanos, en el viaje del emigrante y, por medio del consulado de Bélgica, logró subirse a un barco rumbo al puerto de Buenos Aires. ciudad en la cual se reencontró con familiares como sus hermanos, con su padrino, y otros amigos y vecinos de allá: tenían redes que los conectaban de boca en boca o por carta. Es interesante recordar que se ayudaban entre todos para conseguir trabajo. De este modo y trabajando duro, pudo comprar un lote y en los días libres comenzó a edificar su casa, con ayuda de otros paisanos y, lo que no resolvía, con ellos, lo hacía contratando a alguien para, luego seguir trabajando con los ladrillos. Una vez que la casa estuvo lista, con los espacios mínimos terminados, mandó llamar a la familia que aguardaba en Italia. Así ocurrió en mi vida. Había un deseo de estar juntos y lo logramos. Éramos un grupo familiar unido buscando las condiciones seguras de educación, salud y tener una vida mejor.
Es una imagen muy bella la de una familia italiana alrededor de una mesa, listos para degustar una buena pizza, los clásicos spaghetti o un buen pan con aceite de oliva. Siempre se habla del trabajo del hombre que ha tenido que levantarse temprano para pintar y trabajar duro, pero me gustaría destacar el trabajo de la mujer. Ese hombre que se ha esforzado tanto ha tenido a una mujer que lo sostuvo, ¿verdad?
Papá se iba a trabajar a Alemania –iba a otros países también– y venía cada tanto. Es cierto: la mujer del emigrante hizo de madre y padre y tuvo la incansable tarea de criar y mantener a sus hijos, encargarse de los olivos y de la cosecha que, muchas veces, en la recolección, requería que se contratara a personas que ayudaran. Nuestra madre estaba a cargo de nosotros y junto a otras se reunían para realizar todo. Luego, estaban mis tíos, pero la mujer de Abruzzo tenía gran coraje y fuerza porque el varón que emigró y trabajó en otro lugar sabía que hacía eso, que contaba con ese respaldo, esa división de tareas, digamos. En cambio, la mujer se percibe por lo que se cuenta: está en el ideario abruzzese y en otras regiones; necesitaban de gran entereza cuando los niños eran pequeños. Por otra parte, le conferían responsabilidades al hijo mayor –que en este caso era mi hermana– que, siendo aún una niña, hacía las veces de mujercita. Esa madre-hombre respondia a determinados aspectos y esos pequeños bienes que se tenían y cuidaban para continuar protegiéndose, tanto como lo que significa tener un cultivo.
¿Cómo nace la idea de publicar el libro?
He visitado la región de Abruzzo con mi marido, que es fotógrafo. Cuando llegamos a San Vito Quietino, llegamos, en primer lugar, a otro pueblo y subimos escalinatas interminables, para luego alcanzar la cima de una colina. Fue desde allí donde tomamos fotografías que muestran calles estrechas con una hilera de casas de construcción de una o dos plantas porque el terreno es bastante irregular. Los desniveles están presentes porque fueron resueltos en la trama urbana en ese pueblo y las imágenes dan cuenta de ese trabajo. Es muy hermoso el Belvedere. Además, hay un balcón al mar y es muy atractivo. Nuestra casa no estaba en el pueblo sino en los alrededores. Íbamos a las fiestas porque mi hermana mayor me llevaba. Había negocios y debíamos ir al pueblo a hacer las compras. Mamá nos enseñaba adónde ir. Mi hermana como todos los jóvenes de diez años ya empezaban a tener pequeños encargos dentro de la estructura familiar.
¿Cómo fue la niñez de su padre?
Recuerdo que papá me contaba que, siendo muy pequeño, le dieron un burrito para que fuera al arroyo a traer agua. Lo recordaba tanto que cuando nosotros éramos grandecitos, mi hermana buscaba un trabajo: era de esas personas que impulsan la vida de todos y que recibió de sus padres la realidad de que ellos, siendo muy pequeños ya lo hacían y habían tenido un cargo importante en la familia. Entre otras tareas, tenía la de darle de comer a los pollitos, ayudar en la recolección de las aceitunas o en lo que fuera. En cuanto al primer hijo varón, tenía gran tarea sobre sus espaldas.
¿Qué responsabilidad psicológica tenía el hijo mayor?
Era el sostén de sus padres. Las familias los criaban en el entendimiento de que al ser mayores y ser dependientes, él debía hacer por ellos tanto cuanto había recibido en su vida. De más esta decir que también cuidaban con quién iba a casarse ese hijo mayor: quizás amaba a otra mujer, pero los padres definían o decidían quién sería la esposa.
¿Por qué lo hacían?
Tal vez porque era parte de una familia conocida o era más pudiente; no sabría decir con exactitud. Pero siempre había una opinión que hoy no existe. En aquellos tiempos abuelos, padres e hijos se involucraron más y estaban más entrelazados. Seguían viviendo en esa casa familiar, como una familia extendida. El cuidado de animales y granja era en un conjunto: la autoridad podría ser tu suegro y establecía determinadas pautas de trabajo o dónde invertir el dinero o cómo avanzar en la organización familiar.
¿Familia italiana unita y patriarcal?
Hoy no es así, pero queda en los pueblos cierta aureola, algunos mandatos que no se han superado. Hoy se casan y estudian con quienes quieren. Sin embargo, por ejemplo, los abuelos tienen aún un peso importante.
Abramos las páginas del libro que publicará en los próximos meses
Entre imágenes y líricas de mí primera tierra es un mensaje, una reflexión, ya que “somos los que aún no hemos desempacado”. Es como si aún tuviéramos en las valijas que trajimos, esos sentimientos, esas imágenes que van a aparecer en las poesías y para realizarlas, parto de una premisa en la cual planteó –o replanteo– cómo fue nuestra llegada; cómo es eso de ser ítalo- argentinos. Luego me refiero a esas imágenes que papá tanto amaba de su pueblo y al que deseaba volver y del cual nos hablaba y, además, refieren a la historia sucedida en los trágicos años 30 y 40 en España con la guerra civil. Estos sentimientos han pasado y transitan aún por el corazón de quienes emigraron a la Argentina desde España e Italia.
Hay muchas imágenes que reconstruyen el adiós a Abruzzo…
Así es; hay un relato de cada partida. ¿Por qué debimos partir? ¿Qué elegimos al armar nuestras valijas y baúles? Esas respuestas se transmiten a nuestros descendientes: podrán hablar de un pueblo, del sonido de las olas del mar.
¿Qué lugar en el corazón tienen las lágrimas de quienes agitaron sus manos en el puerto de Nápoles?
Es lo más triste y difícil de olvidar: ¡la mano del hermano que te dice adiós! ¿Quiénes nos han abrazado? Contemplar el inmenso barco que espera en el puerto pronto a salir e imaginar nuestra ubicación. Todo es nuevo; proyectarnos en la América con la esperanza de lograr nuestros sueños de hijas, madres, hermanas y amigas…
¿Cuál es la poesía que más le conmueve?
Definitivamente es “Retorno”. Es una poesía que me transporta al lugar donde nací: ser una más de ese pueblo, ir a la iglesia donde fui bautizada. Imagino que ya no hay inquietud ni miedo porque es mi lugar; el que me da tranquilidad; leerla me hace sentir que es mía y que me pertenece por historia.
¿Qué otras palabras o sensaciones surgen de esta entrevista para escribir sobre ellas?
Hablar del libro me ha llevado a revivir mi canción de cuna. Todos tenemos una.
¿Cuál sería la suya?
“¡Mira mira el perro se escapa!con la papa de mi bebé
para su perrito
muy contento su perrito
se la come en un momento
se la come y hace bu bu
y la papa no está más
Esta canción de cuna figura en mi libro: «Racconti nella memoria degli inmigranti abruzzesi»
Imagino a una pequeña María, mientras se mece su cuna
Es una niña muy bonita. Le escribiría a mi cuna, ese cálido espacio que tuve que dejar. Cuando iba a la casa de mi tía y estaba con mi prima yo le cantaba y le decía: no te olvides que esa es mi cuna…
Es un bello recuerdo que fortalece la memoria de una época de adioses
Si… escribiría, sobre mi cuna… Adioses… ¡gracias por esta posibilidad de contar mi historia y agradecerte por este tiempo e interés! Al ver tu página realmente siento que está muy cerca de los intereses que llevo adelante en mi foro de Emigración Abruzzesa.
Gracias Maria por compartir su historia y los afectos que forman parte de su vida en Vito Chietino.
Patricia Ortiz
Corrección: Ricardo de Titto
Crédito fotográfico: foto portada: Caminos Culturales
Fotos de la nota: María D´Alessandro