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La Basílica de Santa María del Coro: una expresión del arte barroco castellano influenciado por los jesuitas en Gipuzkoa

La Basílica de Santa María del Coro: una expresión del arte barroco castellano influenciado por los jesuitas en Gipuzkoa. Al recorrerla, podríamos imaginar que estamos en una procesión —en San Sebastián ha habido una tradición de procesiones, pero ahora estas ya no salen—, nos encontramos con un Cristo yacente, obra de Felipe de Arizmendi en la base del retablo de La Soledad que representa una Virgen de los Dolores, cuyos rasgos juveniles transmiten dolor y tristeza.

La Basílica de Santa María del Coro es uno de los solares más antiguos de Donostia, en San Sebastián, emplazada sobre una iglesia románica de los siglos XIII y XIV. La construcción que hoy visitamos data, sin embargo, de mediados del siglo XVIII. Un incendio había arrasado con la Iglesia a fines del 1700, y recién en 1743 comenzaron las tareas de reconstrucción a cargo de Pedro Ignacio Lizardi y Miguel de Salazar. Su fecha de consagración como Basílica, en relación con su antigua historia, es reciente: el 12 de febrero de 1973.

La Virgen del Coro es la  patrona de la ciudad de San Sebastián, en Euskadi. Su imagen no siempre ha estado en el altar mayor y lleva 250 años desde la reconstrucción del templo en el siglo XVIII.

Varios focos de luz amarillenta sacan de su escondite las obras de arte que se esconden en la penumbra. Retablos, esculturas y pinturas que no solo sirven para mantener a los turistas frente a ellas con el cuello estirado, la boca abierta y los ojos entrecerrados, sino que encierran datos, historias y curiosidades que no suele conocer el visitante, ya sea donostiarra o de fuera. En una de las esquinas de la planta de salón de tres naves se puede observar un paso de Semana Santa que representa el Descendimiento de Jesús de la Cruz, una obra del escultor barroco Alonso Villabrille (siglo XVII y XVIII) y que tiene más historia que la que alcanzan a ver los ojos.

Basílica de Santa María del Coro

Su belleza  y teatralidad se ven potenciadas en el espacio que se ubica, iluminada por una luz que impacta a la obra, enmarcada en una escena dramática. Las emociones y el movimiento son contenidos relacionados con la expresión del arte barroco castellano. Este conjunto de retablos pertenece a este periodo de la historia de la cultura occidental marcada por la influencia de los jesuitas en Gipuzkoa.

Al recorrer la Basílica del Coro, podríamos imaginar que estamos en una procesión —en San Sebastián ha habido una tradición de procesiones, pero ahora estas ya no salen—, nos encontramos con un Cristo yacente, obra de Felipe de Arizmendi en la base del retablo de La Soledad que representa una Virgen de los Dolores, cuyos rasgos juveniles transmiten dolor y tristeza. La devoción al Sagrado Corazón fue introducida en Gipuzkoa por el jesuita hernaniarra Agustín de Cardaberaz. Esta adoración impulsó a Margarita de Meagher, viuda del cónsul de Inglaterra en San Sebastián, a pagar los gastos de la escultura central del retablo del Sagrado Corazón, que tiene forma de niño, mostrando la unión entre la iglesia de Santa María del Coro y los habitantes de la ciudad. La obra de Felipe de Arizmendi se contempla, además, en un Ecce Homo, ubicado junto al retablo de Santa Catalina en el que el artista Tomás de Jauregui representó la Sagrada Familia en la hornacina central, custodiada por las dos figuras más representativas de los jesuitas: San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier. 

Patricia Ortiz
Crédito fotográfico: Caminos Culturales
Corrección: Beatriz Rodríguez

Basílica de Santa María del Coro

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