El accidente cerebrovascular (ACV) o ataque cerebral ocurre al producirse una brusca interrupción del flujo de sangre hacia alguna parte del cerebro: un vaso sanguíneo se rompe o bloquea y provoca la falta de oxígeno en las células cerebrales, que pueden morir y causar algún daño en las funciones cerebrales de quienes lo padecen. Desde la dirección médica de OSPAÑA se brinda información acerca de los factores de riesgo que pueden causar un ACV; en la Argentina, se produce un episodio cada nueve minutos.
Debido al estrés y al agitado ritmo de vida actual, los casos han aumentado y ya no se circunscriben solo a las personas mayores sino que también abarcan a una franja etaria que ronda los cincuenta años. Entre los factores que incrementan el riesgo de sufrirlo se encuentran el colesterol alto, la hipertensión, el sobrepeso y la diabetes. El sedentarismo, el consumo de grasas, azúcares, sodio y alimentos refinados así como la falta de agua, frutas, hortalizas, pescados o granos integrales, y la retención de líquidos son condiciones que favorecen la obesidad y, por lo tanto, aumentan las posibilidades de padecer un ACV. El tabaquismo también es una condición que puede complicar el cuadro.
Año a año, los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que si las personas modifican un estilo de vida sostenido en hábitos perjudiciales como la falta de descanso, el exceso de responsabilidades laborales o la falta de conexión con su interior, la mortalidad de las enfermedades cerebrovasculares podría disminuir en un 80%. Es por eso que se aconseja realizar actividad física en forma regular —al menos treinta minutos al día—, controlar la presión y tomar la medicación indicada en caso de ser hipertenso, mantener un peso saludable y evitar el cigarrillo y el alcohol.
Las señales de alerta que deben tenerse en cuenta se conocen como “Las cinco C”: adormecimiento de la cara, piernas y brazos, principalmente de un lado del cuerpo; la confusión que ocasiona una dificultad repentina para hablar o entender; la ceguera o visión nublada; la falta de coordinación en la caminata, el equilibrio y los movimientos; y un fuerte dolor de cabeza sin causa aparente. Si se manifiesta alguna de ellas, la concurrencia al hospital más cercano debe ser inmediata. Se puede ayudar al paciente pidiéndole que sonría, que levante una parte del labio para comprobar la asimetría facial, que levante ambos brazos para observar si uno tiene dificultades o pedirle que pronuncie una frase para comprobar su coherencia.
Es muy importante estar atentos a estos signos ya que en algunos casos puede evitarse el peor desenlace y en otros se puede evitar que el ACV deje secuelas graves y permanentes en la persona.
Patricia Ortiz
Corrección: Ailen Hernández
Crédito fotográfico: Fundación Favaloro